La trinchera

Las investigaciones especializadas en estética e historia del arte han sabido mostrar que las obras artísticas son reflejo y testimonio innegable de la realidad. Como un libro de historia, la poesía y la transfiguración de imágenes terminan entregando un discurso a veces mucho más claro que una lista de sucesos planteados y descritos a través de lenguajes cuidadosamente elaborados.

Esto podría deberse a que, a diferencia de la historia o, incluso, la etnohistoria (un intento de la Academia por flexibilizar la perspectiva histórica a partir de la versión de los derrotados), el arte tiene un componente sabroso que la historia desconoce: es honesto, y gusta. Es honesto, pues representa la subjetividad de su creador, universo único. No hay mentira, ni posibilidad de que exista, pues, sea ficticio o real, el planteamiento se elabora a partir de una lógica que no persigue ni validez, ni fundamento científico. Es quizás esto lo que conduce al siguiente punto: gusta, conmueve, y estremece. Tal vez por el hecho de validarse solo por concebirse. Mágico.

Claro, podríamos decir que pasa algo similar con la historia, que pretende describir. Pero también pretende encausar, explicar, y dar sentido... sin embargo:

Durante mi paso por las ciencias sociales me di cuenta del alto nivel de componente artístico presente en cada estudio, en cada investigación, en cada paper, manifiesto o teoría. Más allá de estar ocupando mecanismos racionales, lógicos, con principios de entendimiento teóricos, al terminar cada uno de ellos, la sensación de haberme compenetrado con una obra de arte, con un lenguaje super único, y una idea tan poética y abstracta, era inevitable.

A continuación, el hip-hop de Safaa Arapiyay, Palestina. (Pedazo de coro!) Disfruten!